jueves, 5 de agosto de 2010

Ahora o nunca (Parte I)

¡Papá, -gritó con voz rasgada- no me dejes aquí!


Un pájaro golpeó el cristal de su ventana. Hubiese jurado que era una paloma, por el gran estruendo, pero seguramente no era más que uno de esos jilgueros comunes que le estropeaban su susceptible sueño por la mañana (a eso de las seis o siete de la mañana). Sólo se le escapó una maldición, con un volumen más alto de lo que debió. Dos golpes en su puerta. Sus manos le taparon los ojos y su cara se llenó de culpa.
- Pasa -dijo el padre con la voz aún ronca.
- ¿Qué pasa, papi? -dijo la hija con voz tierna, como preocupada por su progenitor.
- Nada, cariño. No ha pasado nada -extendiendo sus brazos para levantarla y ponerla a su lado.
- Pero has gritado.
- Y tú has venido muy pronto. ¿Ya estabas levantada?
- Sí. Es que ahora hay mucha luz.
- Es porque es verano, cariño.
- Ya -dijo agachando la cabeza y viéndose la pequeña palma de su mano izquierda-. Te he escuchado decir una palabra fea, papi.
- Perdón.
- Te perdono.

Se levantaron después de unos abrazos tiernos, cosquillas y comentarios sobre el pájaro que había golpeado la ventana. Él le preguntó qué quería para desayunar, sabiendo que ya tenía las galletas favoritas de la pequeña en la mesa de la cocina.
Tomaron su desayuno con la televisión de fondo. Estaban esos muñecos perturbantes que hablaban como los indios de las películas del lejano oeste mezclados con retrasados mentales. Él siempre le preguntaba qué tenían aquellos personajes para que tuvieran que aguantar la primera comida del día con semejante tontería. "La profesora dice que son educativos", acostumbraba a responder la pequeña.
Él tenía esa sensación de estar haciendo algo malo por no hacer nada por la mañana, como cada domingo. Estaba tan acostumbrado a levantarse temprano, ayudarla a vestirse, hacer desayuno y llevarla a la escuela, que los fines de semana le parecían extremadamente fuera su vida. Todo parecía irreal los fines de semana.

- ¿Qué hicimos ayer? -preguntó él mientras se llevaba una cucharada de cereales mojados con leche fría.
- Lo mismo que hoy a esta hora, pero luego fuimos a dar una vuelta en las bicis, papá.
- ¿Y qué quieres hacer hoy?
- ¿Podemos ir al circo que ha venido a la ciudad?
- Muy caro. Si quieres ver animales entra en internet.
- ¡No! -dijo con la cara compungida y acentuando el sentimiento de tristeza con las manos- ¡Yo quiero ir!
- Es broma, cielo. Sí que vamos.
- No juegues con mi felicidad -una palmada al antebrazo de su padre acabó con su cara de tristeza-.

Fueron a sendos cuartos de baño a ducharse y a prepararse para salir a dar una vuelta. Lo del circo sería por la tarde-noche. Él echó un vistazo al espejo mientras su mejilla derecha estaba abultada por el cepillo, por su boca salía espuma (nunca había podido ser capaz de no parecer un perro rabioso al lavarse los dientes), su pelo estaba mojado... sus ojos estaban más apagados que de costumbre.

1 comentario:

  1. Parece interesante. Aunque lo del circo... ya sabes lo que opino de los circos. Espero que no hayan sorpresas desagradables (me refiero a ciertos personajes que están en los circos...) aunque por otra parte harían que me estremeciese (de tener esa intención la historia).

    Espero pronto la segunda parte.

    Un beso y, por cierto, me gusta el comienzo, me suena familiar. :)

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