miércoles, 9 de mayo de 2012

De montañas, caminos, senderos...

Nos acostumbramos rápidamente a darnos todo. Cuando digo "darnos todo", me refiero TODO. Lo bueno, lo malo... más de lo malo. Ese es el principal problema.

De repente nos pensamos que las personas más cercanas son las que tienen que aguantar todas nuestras tontadas. Nuestra inmadurez representada por la impaciencia, que es aquí nuestro peor enemigo. Ante esto les puedo asegurar que es un problema con el Yo, viendo este como egoísmo extremo. Ese es mi problema y el problema de la sociedad en general.

Estamos muy mal acostumbrados. Ya el hecho de esperar cuarenta y cinco segundos en un cajero automático es causa de desesperación. Estos tiempos modernos nos han hecho impacientes con su eficiencia. Así que, de repente, lo quiero todo y lo quiero rápido. "¡Quiero que me digas que me quieres!" "¡Quiero que me contestes!" "¡Pásalo rápido!" Yo que sepa nadie ha muerto porque el destornillador para desamblar la radio le ha llegado cinco segundos tarde, pero así somos los sapiens de esta época: incapaces de esperar un poco. De comprender la situación de la otra persona.

Hace unos años leía un libro sobre trabajos de Piaget. Había un experimento que es uno de los que más me ha marcado. Es el de las montañas. Se los explico grosso modo:

Piaget había puesto una especie de maqueta de una montaña sobre una mesa. En la cima de la montaña puso un muñeco. En un extremo de la mesa ponía a críos (uno por uno, claro). Le preguntaba al niño que qué creía que miraba el muñequito desde ahí, con lo cual los niños respondían como si fueran el muñeco "Pues los árboles de abajo, etc." y luego le preguntaba por el lado opuesto, sin moverse de ahí claro. El niño volvía a responder lo mismo. Según Piaget esto responde a la incapacidad del niño para descentrarse, es decir, salirse de su propia perspectiva para tomar la del otro. Más o menos...

El caso es que creo que cuando salimos de esa etapa de centrarnos en nosotros mismos, volvemos otra vez. Pero en esta ocasión con un cuerpo más grande y con más tonterías en la cabeza. Nos volvemos hacia el Yo y de ahí no salimos a menos que nos demos un golpe fuerte. Es decir, no salimos hasta que no la cagamos...

No es la primera vez que la pifio, desde luego. Pero quizás me siga haciendo falta dejar mi neuroticismo al lado. Mi inmadurez.

No voy a dejar de pedir perdón por el daño que les he hecho a algunas personas, sobre todo a los que más quiero... porque eso sí, los seres humanos somos tan estúpidos que lo primero que hacemos es joder a los que están a nuestro alrededor o a las personas que nos quieren. Así que, amigos míos, les pido que tomen en cuenta la perspectiva del muñeco encima de la montaña. Sepan ver que no pueden ver lo que está al otro lado de la montaña, para eso deberían preguntar al muñeco o dar la vuelta a la mesa ustedes mismos y así observar lo que ve el muñeco.

Saludos.