sábado, 7 de agosto de 2010

Ahora o nunca (Parte II)

Ella salió del baño tarareando una pieza de música clásica. El padre se unió a ella en el despliegue musical de la pequeña de once años. Él se sentía orgulloso de su niña tan inteligente, tan llena de vida. Unos minutos después ya se hallaban en la calle. Ella vestía una blusa rosa y unos pantalones cortos de mezclilla en los que se encontraba bordada una flor amarilla. Él no pudo evitar admirar la belleza de su cría al sol. No pudo evitar lanzar una sonrisa de orgullo. Tocó su pelo liso aún húmedo y soltó un "vamos" con voz enternecida. Llevaban un paso tranquilo, cogidos de la mano y sin hablarse. Él siempre le decía que "cuando las almas se entienden, a veces no hace falta una conversación, sólo se comparte el silencio", ella, a pesar de su cortísima edad, lo comprendía. Siempre esperaba causarle buena impresión a su padre y a cualquier adulto, por lo que si hablaba era para dar un dato interesante, de esos que leía en las revitas de divulgación científica para niños que su padre le traía a casa o que veía en el Discovery Channel o en las enciclopedias viejas que estaban en la estantería del cuarto que él usaba como despacho. Después de casi media hora caminando hacia ningún lugar en concreto, ella rompió el silencio: 
- Papá, ¿por qué no me cuentas un cuento? 
- ¿No eres un poco grande para los cuentos? -replicó él frunciendo la nariz-. Además, tú ya sabes leer muy bien, no necesitas que yo te cuente nada, cariño. 
- Ya lo sé, y me gusta leer mis libros. Pero quiero que me cuentes uno ahora que damos un paseo. Cualquier hora es buena para una buena historia, no sólo antes de dormir -y levantó el índice de su mano izquierda. 
- A veces me parece que no tienes once años. Se me olvida que eres sólo una "renacuaja" -esbozó una sonrisa-. Vale, te cuento uno.

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