viernes, 23 de diciembre de 2011

CINÉFILOS


A medida que ha avanzado el año me he dado cuenta de una cosa muy importante: una película es magistral, altamente recomendable, colosal, etc. (búsquese el adjetivo que se quiera) en la medida en la que unos cretinos soberbios pseudo-neo-eruditos quieran que piense usted, amigo. Para todo lo anterior, esta gente altamente repulsiva, intentará dejarlo sin palabras con nombres de directores rusos cuyas películas no podrá encontrar en ningún sitio, o de polacos o iraníes (según les vaya el día); o lo hará por medio de supuestas "obras maestras" de la música en los soundtracks a los que ni usted ni yo vamos a prestar atención, al menos no siempre o en demasía.

Escribo este post porque, aunque ustedes no lo crean, en los últimos meses me he topado con una serie de personas aberrantes que tienden a calificar hermosas piezas fílmicas de "nefastas" o "basura" porque no encajan en sus descripciones basadas en la comparación con las de otros -repito- desconocidos que sólo ellos reconocen por su absurda nostalgia.


La verdad es que hay que volver a la misma pregunta de siempre: ¿qué es arte y qué no? Yo no voy a ser ningún hipócrita, estimado lector. A mí me encantan muchas películas alabadas por la crítica. No voy a quitarme de ver obras de Scorsese, Kubrick o Aronofski, eso se los aseguro; pero tampoco voy a hacer un feo a películas que tres pelagatos snobs me dicen que no vea. El otro día una chica muy simpática me recomendó una película espectacular (véase: The Fall Singh, T. 2006) cuyo trabajo visual era impresionante. ¿A qué viene esto? Inmediatamente después de terminar de ver la película busqué información sobre ella. En mi cabeza había una voz que me decía “¡Debe tener unas críticas fantásticas!” y para mi sorpresa no fue así. Me topé con revisiones que atacaban de hecho todo el trabajo fotográfico del director porque “parece publicidad”. Esto obviamente se dijo porque el pobre diablo de director compaginó su trabajo como publicista con el rodaje de la película (que duró varios años) y, obviamente, era autofinanciada. Yo no voy a decir tampoco un “cualquier cosa vale”, no me malinterprete usted, lo que sí quiero decir es que poco debe de fiarse de éstas criaturas que viven del trabajo de los demás. Ésas rémoras con demasiado tiempo libre que se hacen llamar cinéfilos y que son mal ejemplo para la definición del término el cual la RAE define simplemente como “aficionado al cine.” No se sienta abrumado por ésos petulantes gafapastas que por saberse más nombres raros de directores, por tener pósters de películas de los años setenta o porque simplemente vean las películas en versión original –con o sin subtítulos- se creen mucho mejor que usted.

Tan cinéfilo es el que disfruta de Con Air (West, S. 1997) que el que lo hace con Citizen Kane (Welles, O. 1941). Así que, hala, disfrute usted de las películas sin prestar mucha atención a lo que pueda decir un desconocido nostálgico que quiere sentirse mejor por echar por tierra el trabajo de otros. Ojo, no digo que se ponga a ver basura –que haberla la hay-, pero disfrute del cine que quierasi es del bueno e imperecedero, mejor.

Felices fiestas.