viernes, 8 de julio de 2011

Opciones

“Mama wiped the blood out of my face…” (“Knockin’ on Heaven’s Door” Bob Dylan –Unplugged version-)

Cuatro eran las opciones que tenía. Cuatro. Simplemente, según dicen, elegimos las que las entrañas nos mandan –algunos ilusos tienden a llamarlo corazón, yo digo que es nuestro instinto de muerte-. Los seres humanos tenemos esa capacidad adherida a nuestra manera de actuar… nos dejamos guiar, fluir, llevar.

Podía simplemente haber pasado de él y de su cara de idiota. No haber escuchado sus palabras llenas de chulería, pero no.

Pude haberle pegado un puñetazo y hacerle caer al suelo y luego escupirle.

También pude insultarlo mientras me alejaba con paso apresurado. “¡Hijo de puta!” o un “¡Me cago en tu puta madre, cabronazo!” hubieran bastado. Pero no.

No, simplemente me fui por la última opción, que fue la combinación de todas –y algo más-. Le pegué un puñetazo y le hice caer. Empecé a patearlo en el costado y lo cogí del pelo rizado que simulaba un afro setentero (¡Putos modernos!) y el sonido de su cráneo contra el empedrado me incitó a seguir y seguir… claro, mientras esto pasaba le insulté. Sus gafas de quinientos pavos se fueron un par de metros sobre su cabeza y vi perfectamente como en un primer momento pasó por su –posteriormente- cabeza sangrante un “¡Joder, mis gafas que me costaron tanto dinero!”. Porque sí, seguramente es uno de estos imbéciles que no tienen para comerse unos gnocchis de nueve euros en un restaurante italiano, pero se dejan casi todo el líquido que tienen en unas putas gafas con letras brillantes para salir de fiesta y hacerse el chulo con desconocidos. Pero a éste le salió mal. Se topó con el desconocido equivocado.

Son unos idiotas. Los veo todas las noches por la Salamanca monumental con sus vasos de plástico y sus botellas llenas de vino barato con cola, haciéndose los interesantes con sus pantalones ceñidos a medio culo, mostrándole al mundo sus calzoncillos de Calvin Klein comprados a una gitanilla en el mercadillo. Menudos tontos. Se creen que por llevar camisetas de The Godfather la gente creerá que son cinéfilos, ese tipo de personas con las que una conversación puede resultar casi orgásmica, pero que en verdad no son más que cabezas vacías. Pequeños entes guiados por las tendencias que marcan en las cadenas de televisión, en las cuales hay otros pequeños –grandes- morones que tienen la absurda idea de que todo lo de otros años fue mejor. Ingenuos. No saben ver que los mejores tiempos que se pueden vivir son los de ahora. Este minuto es irrepetible. Ahora mismo podrías salir a la calle y encontrar a una persona que te puede ofrecer más conocimiento que el libro que tu pretenciosa pareja o amigo te regaló el último día de San Jorge. Podrías ser mucho más feliz si aprendieras a apreciar el ahora y no estar añorando el pasado. Todos esos capullos nostálgicos que se visten como Janis Joplin o Cindy lauper o Michael Jackson (estilos muy distintos) sin siquiera haber estado cuando alguno de ellos vivía o cantaba.

Peor aún son aquéllos que viven de acuerdo a ideas que no son las suyas y que, siendo honestos, se desvinculan de la razón. Rojos y fachas. Comunistas y fascistas. Dos extremos que creen poseer la verdad y se odian mutuamente, pero que terminan siendo iguales. Cuando voy por la Plaza de Toros y me encuentro uno de esos payasos no sé decir si son punks anti-sistema o neo-nazis que buscan un negro al que apalear. Lo único que sé es que son asquerosos en todos los aspectos. Extremistas.

Pensarán que un tipo que empieza a narrarles cómo le rompió la cabeza a un modernillo chulo que se metió con su cojera y su bastón es un idiota que, encima va de superior moral y racionalmente… es verdad, soy contradictorio, pero la verdad es que no lo maté. Me aseguré de que no fuera así. Simplemente tiene un una herida para algunos puntos. No hay traumatismo severo, ni habrá secuelas a nivel cognitivo. Así que tranquilos, ahora cuando vaya por la calle con ganas de aprovechar el nivel de alcohol en sangre haciendo chistes sobre otros y su físico para hacer reír a su ligue (porque no se los había dicho, iba con una chica que salió corriendo, por lo que asumo que no era ni su novia no su amiga, solamente una tipa con poca autoestima), se lo pensará dos veces. En verdad lo que hago es un servicio a la comunidad cada noche cuando le pongo una paliza a algún okupa que me niega la entrada a su casa o a un nazi que me pregunta de qué voy. Sí, han acertado, no soy cojo ni uso bastón. Tampoco soy el hippie tonto que se perdió y acabó pasando enfrente del bar facha, o el pijo al que le han recomendado pasarse por una casa “chupiguay” donde hacen fiestas “que te cagas”. Les enseño a todos esos que no usan la razón, mediante medios irracionales –como la violencia física o incendios esporádicos-, lo equivocados que están.

¿Alguien se une al club?