domingo, 14 de octubre de 2012

Al Pichete...

Hay momentos de tu vida en los que se nota claramente que es un punto de inflexión hacia eso más grande que todo el mundo busca. Eso pasó hace muchos años. Casi cien niñatos (algunos malcriados, unos ladronzuelos sinvergüenzas, otras religiosas repipis y otras religiosas reputas) llegamos desde la América Central a una Salamanca que nos abría los brazos, a una España socialista que cabreaba al señor que nos mandaba a buscar....

En fin, a todo esto yo, un joven rechoncho adicto a la música y a la religión, conocí a estos dos tipos excepcionales. Uno de ellos sabía tocar "Bohemian Rhapsody" en el piano (esa canción que conocí de pequeño gracias a Estereo Azul -supongo- y que me la terminó de meter en la cabeza El Mundo de Wayne) y el otro sabía hacer un "requinto" (solo) de guitarra de The Beatles que a mí nunca se me dio bien. Ese momento en la capilla del colegio después de misa en el que los tres nos quedamos a tocar unas "rolas" fue un momento decisivo en mi vida. Notamos que había cierta química entre los tres. Una mirada o un gesto valía para modificar las canciones a nuestro antojo. El del piano era Fito Galo, un adolescente enjuto enfrascado en una gorra amarilla de la marca Puma, y el de la guitarra, Jorge Nolasco, era otro flacucho con voz muy fina (que después convertiría en profunda), nariz prominente y dientes raros... ¿Yo? Ya lo he dicho, regordete y cachetón con mirada de ternero. Éramos tres tipejos jóvenes que, a pesar de nuestras marcadísimas diferencias, logramos pasar inviernos eternos en una Sacristía componiendo temas a la melancolía, la desolación y el desamor... ¿quién dijo que ser músico te da para follar? Al principio no se te pegan ni las moscas. Hay que depurar el arte de la seducción con guitrra. Hubo que aprender canciones de Arjona, Maná o del señor De Vita para poder sentir miradas hormonizadas...

Muchas noches de grados bajo cero, comidas escasas y ajetreos con amplificadores me hicieron perder mucho peso. Dejé crecer mi pelo y mi barba hacía -por fin- acto de presencia. Empecé a ser un poco menos feo para las féminas y, como si de un globo se tratara, el ego seguía hinchándoseme hasta que, un día,  mis dos colegas tuvieron una idea: bajarme de la parra en la que mi adolescencia me había puesto. Fue sencillo: en nuestra habitación/barracón ellos me esperaban para decirme lo absolutamente arrogante y patético que me había vuelto. Era insoportable con mi actitud. "Y como bien sabrás -dijo el maestro Fito-, todo en este mundo necesita sanearse. Y nuestra relación es necesario que se sanee, por eso te decimos esto." Yo empecé a llorar y a justificar mi absurdo comportamiento basado en celos, pues ellos dos desde siempre hicieron mejores migas por la cercanía de la edad, pero ante mi derrumbamiento a Jorge se le ocurrió esto: "Eh... ¡Elías, loco! ¡Tranquilo que es una broma! ¡Sólo era para que te cagaras! ¡Jaja!" Aunque él pensara que yo no lo había notado, supe que todo aquello que soltaron era una verdad como un templo, pero seguí la corriente. Me sequé las lágrimas y empezamos a reírnos... y reímos a carcajadas durante todos estos años gracias a Jorge y su sentido del humor. No hubo reunión en el comedor del instituto o comida en su casa o póker o paseo, etc. en el que Jorgito no viera el lado positivo de todo. Es el hombre con el mejor humor que alguien puede cruzarse.

Él y Fito siguieron siendo dos de los mejores amigos que jamás he tenido. Mi única familia en estas tierras lejanas. Por eso esta pena de saber que se ha ido. Se ha marchado de mi lado un trozo de mi corazón... tanto así, que no tuve el valor de llamarlo días antes de que se fuera de Madrid y espero que él lo entienda. Espero que me perdone, pero no podría haber soportado decirle adiós sin romper a llorar. Porque sí, yo lloro por mi amigo. Mis amigos y a mi familia.

Desde este frío escritorio en el norte de Burgos, sólo puedo desearte, Pichete Nolasco, que esta nueva etapa sea tan satisfactoria y gratificante como la que vos te merecés. Sos un amigo de los que ya no quedan, de los que nunca te deja solo y triste.

Sos un grande. Te quiero.