sábado, 7 de enero de 2012

Experiencia Onírica I

Bien, vamos avanzando.

Mal, nos hemos quedado atrás... otra vez, ¡otra vez! El cielo se ve de nuevo nublado por nuestras lágrimas.

Sólo puedo ver esa maldita estación; sólo reconozco un andén que no conozco. La veo blanca. Toda está pintada de ese color y las visiones que tengo de ella son una especie de planos hechos por Bergman o Buñuel. Veo unos pies que no reconozco. No son los míos. No sé. Sólo sé que son de una mujer blanca. Sus pies son perfectos y sus uñas tienen pintura de color grisáceo. Es todo muy plácido y calmado. Todo está en silencio que es como el espacio exterior.

Ella baja del tren. Tiene el pelo castaño (supongo) y no puedo ver su cara. Sólo sé que lleva un vestido blanco y holgado. Su piel carece de tatuajes y yo simplemente la miro caminar. Se aleja y sale de la estación. En la puerta hay un cartel que no reconozco, pero sí hay una fecha: 27/10/2012.

Escucho la voz de un hombre. Me dice que tengo que empezar y, al darme la vuelta, no estoy en esa estación. Estoy en casa, ¡pero qué casa es! No es donde vivo ahora, no es en la de mis padres... La entrada se parece a la que compartía antes con otra mujer. En el suelo hay una mujer rubia con ojos verdosos. Su pelo es abultado por los rizos. Ella juega en el suelo con una niña.

La bebé me llama "Dada" y la mujer la alienta a saltar a mis brazos. La bebé quizás tenga un año y los ojos son verdes/azules. La mujer se levanta y me da un beso exquisito. Un beso apasionado. Mis manos no son las mías y se lo digo: "Oye, ¿qué pasa? ¡Estas no son mis manos, joder!" Ella se ríe de mí y me llama tonto. Miro al espejo y es otra persona. Es otra vida. Un hombre de más de metro ochenta, moreno con la barba a medio crecer. Llevo un portafolios de cuero y...

Buenos días, es un sueño.