sábado, 22 de mayo de 2010

¿Igualdad?

(Publicado en elarova.blogspot.es el día 19/03/2010)

Antes de empezar a escribir, he de dejar claro que esta opinión debe ser leída entera. No me gustaría ver comentarios apresurados por el simple motivo de no poder/querer leer, no quiero parecer lo que no soy y lo que me da asco. Además de pedir el respeto a mi libertad de expresión.

Hace un par de semanas me ocurrió algo que me dejó un mal sabor de boca tremendo. Estaba junto con una chica que conocí en unas actividades intergeneracionales y empezamos a hablar sobre nuestros estudios. Ella me dijo que estudiaba un Máster en Igualdad. Yo no pude evitar reír, la verdad. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, pero por dentro, la verdad, es que tenía ganas de llorar (y casi vomitar), ¿cómo es que hemos llegado a esto? Somo seres humanos, lo que la biblia llama "imagen y semejanza de Dios".

Durante toda mi vida me ha tocado escuchar a mucha gente que se llena la boca diciendo que somos, básicamente, lo mejor de este planeta, ¿en serio? ¿Entonces por qué hacer leyes y másteres que nos enseñen algo que por sentido común tendríamos que tener presente? Y no sólo hablo de igualdad de género, es que yo me planteo lo siguiente en cuanto a la discriminación contra los gays (que parece que ya no hay tal cosa, pero sí): uno de los argumentos de los intolerantes es que "los homosexuales son una aberración", pero la cuestión es que la mayoría hace esta diferenciación desde la religión (fuente inagotable de injusticias e inmoralidad). El problema que veo aquí es que ,según el cristianismo (de cualquier congregación), Dios es perfecto, infinitamente misericordioso y amoroso; pero la ha cagado creando y le han salido homosexuales. Y no sólo eso: no los ama, y los castigará y mandará al infierno por un error que es sólo suyo, del creador (gracias Peter Joseph). Yo, siendo un ignorante como soy, un impertinente y con mi lóbulo frontal recién formado lo veo así.

No sé si tengo razón o no, cada uno tiene su verdad absoluta. La mía es que somos tan soberbios y egoístas que no somos capaces (casi nunca) de reconocer que el resto del mundo también tiene derecho a ejercer su libertad con su elecciones, con su cuerpo, con su vida en general. Al fin y al cabo la libertad, según sor Marisol (la monja que me preparaba en catecismo para mi supuesto futuro sacerdotal), es el regalo que tenemos por ser hijos de Dios.

Termino, que me voy lejos. Creo que lo mejor es aprender que todos somos iguales. No deberían haber leyes que nos digan qué hacer. Si todos pudiéramos ser capaces de ver a las personas, no su sexo, no su color, no su nacionalidad, no su puesto... Si sólo fuéramos capaces de usar la razón...

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