sábado, 16 de marzo de 2013

Yo, esquizofrénico.

Sólo puedo sentir nerviosismo.
Mi corazón da golpes tan fuertes en mi pecho que me asusto.
Apenas puedo caminar, porque el aliento me falta
y mi cara se desprende del calor que la acompaña.

¡Agobio!

Quiero correr a toda prisa
para llegar a un sitio que desconozco.
Quiero ducharme y sacarme la suciedad que no tengo;
quiero agua caliente que queme y agua fría que congele.

¡Zozobra!

Esta sensación de que algo desconocido se aproxima.
Hay algo que temer, pero no hay nada en la habitación.
Hay alguien de quien escapar, pero estoy solo.
Rodeado de gente, pero solo. Muy solo.

¡Miedo!

Quiero llorar por muertes pasadas.
Quiero sollozar por desgracias ajenas.
No hay lágrimas en mis ojos,
pero hay dolor en mi corazón.

¡Tristeza!

Ya no cuento hasta diez, porque ya llevo doscientos.
Ya no respiro profundo porque no tengo aire.
Ya no corro porque me faltan fuerzas.
Ya no quiero vivir, porque no veo futuro.

¡Melancolía!

Sé que me muero cada día, aunque apenas haya nacido.
Sé que me maldicen, aunque trate de quedar bien con todos.
Sé que me menosprecian, aunque me esfuerce el doble.
Sé que me odian, aunque todos me miran de manera tierna.

¡Perseguido!

Hoy no me siento nada bien.
Hoy no quiero ser yo.
Hoy quisiera ser banal y fluir inerte.
Hoy quisiera ser el que tiene una sonrisa.

¡Frustrado!

Han pasado cinco minutos y creo que estoy preparado.
He de tomar la máscara después de una ducha.
He de enfrentarme al mundo.
El mundo tiene que aguantarme.